La relación de poderes dentro del Mercosur es, quizás, el mayor problema que lleva adelante este mercado común creado en 1991 a instancias de los cuatro países fundadores.
Según Uruguay y Paraguay, Argentina y Brasil son los gigantes que no los dejan crecer, los que le colocan obstáculos a este proyecto regional. Esto se vio plasmado en una reunión que se llevó a cabo en Montevideo entre Tabaré Vázquez y Fernando Lugo. Fuentes cercanas al mandatario uruguayo consideraron esa tarde que a los socios menores “no le sirve el Mercosur” en su estructura actual.
De hecho, ambos países pensaron en Tratados de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos. En Paraguay fue durante el gobierno del colorado Nicanor Duarte. En la República Oriental se negoció a instancias de Danilo Astori, el entonces ministro de economía del gobierno del Frente Amplio. No se llevó a cabo en ninguno de los países e incluso Uruguay tuvo que resignarse a firmar un Acuerdo Marco de Cooperación y Comercio (TIFA, por sus siglas en inglés) con Estados Unidos, un tratado de menor jerarquía y obviamente menores números en materia de exportaciones.
El modelo a seguir era el chileno. De la mano de Michelle Bachelet, el país trasandino sigue profundizando un proceso iniciado en los 90: acuerdos de libre comercio con Estados Unidos, Europa, Corea, México, Costa Rica, Panamá, El Salvador, China y Japón. Finalmente, y a pesar de los conflictos que existían, ninguno violó los estatutos regionales que impiden seguir en el Mercosur a quien tenga tratados de libre comercio con estados fuera del bloque. La llamada crisis del Mercosur no es más, ni menos, que asimetrías creadas por el libre comercio, que no van a desaparecer con la misma receta.
En el caso de Uruguay todo se potenció con el bloqueo a los puentes internacionales por el conflicto de las plantas de celulosas. A partir del corte en el paso que une Fray Bentos y Gualeguaycghú, las relaciones bilaterales entre ambas orillas rioplatenses se complicaron, y eso trajo consecuencias en el Mercosur. Al problema ya existente de la relación de poder entre los países se sumó la baja en el comercio bilateral.
El precandidato a presidente de Uruguay, José “Pepe” Mujica, aseguró que esta “de acuerdo con el Mercosur” y que “hay que construir realidades materiales que nos vayan engarzando de a poco”. Pero también dijo que su país tiene que venderle “poco a muchos y no mucho a pocos”, porque es la única manera de hacer sustentable la economía nacional.
Paraguay tiene malas relaciones con los dos gigantes por temas energéticos. Tanto la represa Itaipú, que comparte con Brasil, como Yaciretá, con Argentina, provocaron diferencias en cuestión de tarifas.
Desde que Lugo ganó las elecciones en abril pasado, estos conflictos se recrudecieron. Los contratos firmados por gestiones anteriores no sólo desfavorecen a Paraguay en cantidad de megavatios disponibles para usar, sino que son considerados leoninos por las autoridades actuales que piden una urgente actualización de tarifas.
También hay otros conflictos. A mediados de diciembre, la cumbre del Mercosur celebrada en Costa do Sauipe, Brasil, concluyó sin que pudiera acordarse la eliminación del doble arancel dentro del bloque. Se trata de una cuestión básica: que los productos que ingresan del exterior no paguen impuestos otra vez cuando son transportados de un país miembro al otro. Esta vez la traba la puso Paraguay. El gobierno de Lula, entonces, terminó su presidencia pro témpore sin conseguir avanzar en la unión aduanera.
Una solución que algunos ven como posible para arreglar estos conflictos de poder que existen en la región es el ingreso de un quinto país al Mercosur. Venezuela parece cumplir con lo que quieren Uruguay y Paraguay, ser un equilibrio de poder entre los grandes y los pequeños. Fernando Lugo destacó la importancia de Venezuela para “dar equilibrio” político en la región y servir de “contrapeso”. Y agregó que no pueden depender de “las políticas pendulares de Brasil y Argentina”. También Tabaré Vázquez se expresó en el mismo sentido. Ambos países confían que esto puede ayudarlos a mejorar la relación de fuerzas existentes.
Igualmente, hace falta la aprobación de todos los parlamentos del bloque. En ese sentido, faltaría Paraguay, del cual se descuenta que vote a favor, y Brasil. En el caso del gigante del Mercosur, la cámara de Diputados aprobó en diciembre el proyecto, pero aún resta que el Senado, que se mostró reacio a pronunciarse a favor, lo convierta en ley.
Por último, resta otra controversia que demuestra la disparidad de poder real entre los países. El tratado de Asunción de 1991 instauró a través de su artículo 22 una Comisión Parlamentaria Conjunta con legisladores de cada estado. Con los años se fue instalando en muchos la idea de un Parlamento del Mercosur, el Parlasur, un cuerpo deliberativo que promulgue leyes para todos los países y este integrado por dirigentes que sólo se dediquen a esta tarea. Debían ser elegidos por voto directo, como el Europarlamento. Sólo Paraguay lo hizo en la elección que ganó Lugo. Los otros países tienen legisladores que actúan internamente y al mismo tiempo lo hacen en el Parlasur.
Cada país tiene la misma cantidad de miembros, 18, pero desde Brasil aseguran que debe ser proporcional a la cantidad de habitantes. "Con representación igualitaria (para los 4 miembros del Mercosur) será imposible que Brasil y Argentina puedan representar la población de sus países, que es mayor" declaró Doctor Rosinha, del Partido de los Trabajadores, del presidente brasileño Lula da Silva.
La construcción es difícil de llevar adelante, sobre todo cuando no se respeta a cada país y se intenta que un poder supere al de los demás en la toma de decisiones. En el viejo continente se construyó la Unión Europea cuando todos dejaron de lado los orgullos y decidieron salir adelante con una unión que realmente hace la fuerza. En Sudamérica siempre existieron odios y celos, y esas actitudes no llevarán a ningún lado a este intento de unirse para ser alguien en el mundo.