Hoy por la tarde me entretuve leyendo algunos textos de historia de la República Oriental. Entre tanta información volvió a mi el tema del estado laico. El paisito es, sin dudas, el estado más secularizado del continente. A diferencia de Argentina, no adopta ni sostiene ninguna religión. Pero esto no fue siempre así.

Viendo la Constitución Nacional de 1930, uno puede ver varias perlitas. Primero y principal, antes del preámbulo dice: "En el nombre de Dios Todopoderoso, Autor, Legislador y Conservador Supremo del Universo". Luego en su artículo 5º asegura que "La religión del Estado es la Católica Apostólica Romana". Y no sólo eso. El artículo 76º especifica cual debía ser el juramento que debía decir el presidente electo a la hora de tomar el cargo. "Yo (N.) juro por Dios N. S. y estos Santos Evangelios, que desempeñaré debidamente el cargo de Presidente que se me confía; que protegeré la religión del Estado, conservaré la integridad e independencia de la República, observaré, y haré observar fielmente la Constitución". Los actuales presidentes, al asumir, juran de otra forma: "Yo, (N.), me comprometo por mi honor a desempeñar lealmente el cargo que me ha confiado y a guardar y defender la Constitución de la República".

La influencia de la Masonería, el estado Batllista, y la búsqueda de un estado más liberal determinaron todos los cambios que se dieron para que Uruguay se convirtiera en un estado Laico. Varios de ellos a continuación.

El 15 de abril de 1861 falleció en San José el doctor Enrique Jacobson (o Jacobsen según otras versiones), católico y masón. El cura de esa ciudad, Manuel Madruga, pro-jesuita, se negó a darle entierro en el cementerio local debido a que no había aceptado abjurar de su condición de masón. El hecho adquirió mayor trascendencia a partir de la decisión de la masonería de trasladar el cadáver de Jacobson a Montevideo, para hacer los oficios religiosos. Pese a haber obtenido el permiso del cura de la Matriz, Juan José Brid, -cercano a la tendencia “masónica”-, el Vicario Apostólico, Jacinto Vera, prohibió que el cadáver fuera conducido a la Iglesia ni que se le diera sepultura eclesiástica. No obstante, Jacobsen fue enterrado el 16 en el cementerio montevideano, con la autorización del Gobierno.

Vera consideró que el poder civil había invadido los fueros eclesiásticos. Desde esa perspectiva, según su parecer, con el entierro de Jacobson el cementerio “público y católico había sido escandalosamente violado”. Por lo tanto el Vicario pedía la exhumación del cadáver y mientras ese extremo no se cumpliera, declaraba en entredicho al cementerio. La respuesta del Gobierno no se hizo esperar: el 18 de abril se dictaba el famoso decreto llamado de “secularización de los cementerios”. Por este acto, y aduciendo razones de higiene, se prohibía conducir los cadáveres a las Iglesias, estableciéndose que estos debían ser trasladados directamente de las casas mortuorias al cementerio. (Toda esta historia sobre Jacobsen extraída de Cronología Histórica Documentada, Walter Rela, 2000).

Luego siguió el tema de la educación. José Pedro Varela, Director de Instrucción Pública, llevó adelante una ley que cambiaría la enseñanza en Uruguay. El 24 de agosto de 1877 el Parlamento aprobó la ley de Enseñanza Común, que detrminaba que la educación sería "laica, gratuita y obligatoria". Además la enseñanza religiosa debería hacerse en contraturno cuando algún padre lo pidiera. Dos años después se creó el Registro Civil, pero lo peor llegó en 1885: ese año se determinó que el casamiento civil debía ser anterior al religioso, por lo que nadie podía casarse ante Dios sin antes hacerlo ante el Estado.

Y siguieron los problemas con la Iglesia. Si en 1879 el Obispo Yeregui dijo que el Matrimonio Civil estaba “inspirado en el genio del mal”, que decir de lo que sucedió en 1907. El 26 de octubre de ese año se aprobó la Ley de Divorcio. El proyecto establecía que se podría conceder el divorcio "por adulterio de la mujer en todos los casos o del marido en la casa conyugal o con escándalo público; por tentativa de uno de los cónyuges contra la vida del otro; por actos graves de violencia; por injurias graves y frecuentes y por los malos tratos del marido". Luego en 1913 se sancionó otra ley que determinó que el divorcio podía realizarse por "la sola voluntad de la mujer".

La secularización del Estado continuó. En 1908 se determinó que no se aplicaría más el juramento de los legisladores sobre los Santos Evangelios. El 23 de octubre de 1909 se suprimió la enseñanza religiosa en las escuelas primarias. También se trató de separar a la Iglesia del Ejercito. Se suprimió el vicariato castrense, y en 1909 se suprimieron los honores militares en las ceremonias religiosas.

En la Constitución de 1918 se separó finalmente a la Iglesia de el Estado. El artículo 5º de dicha carta magna decía: "Todos los cultos religiosos son libres en el Uruguay. El Estado no sostiene religión alguna. Reconoce a la Iglesia Católica el dominio de todos los templos que hayan sido total o parcialmente construidos con fondos del Erario Nacional, exceptuándose sólo las capillas destinadas al servicio de asilos, hospitales, cárceles u otros establecimientos públicos. Declara, asimismo, exentos de toda clase de impuestos a los templos consagrados al culto de las diversas religiones". Este artículo se mantiene en la actual Constitución, que está vigente desde 1967.

Y lo último fueron los feriados. Como conté en un post anterior, en 1919 se determinó que los feriados religiosos sean secularizados, por lo cual "el día de los Reyes Magos, 6 de enero, se convirtió en "Día de los niños", la Semana Santa en "Semana de Turismo", el día de la Virgen, 8 de diciembre, en "Día de las Playas", y el de Navidad, 25 de Diciembre, en "Fiesta de la Familia".

Todos estos cambios se dieron bajo gobiernos colorados. Y uno de los mayores impulsores de la separación definitiva fue José Batlle y Ordoñez, la figura más importante de Uruguay en el siglo XX. El estado laico es quizás una de las derivaciones del Estado Batllista, ese en el que se convirtió Uruguay a principios del siglo pasado.

2 Comentarios:

Anónimo dijo...

Usted disculpeme, sin ánimo de ofender, en 1861, el presidente era Bernardo Prudencio Berro, presidente entre 1860 y 1864, era del partido blanco, no del partido colorado. Por lo tanto, quien efectuó el primer paso, en el plano necrológico, de la separación iglesia-estado, fue un blanco, y no un colorado.
He de recordarle además, que en el período de la historia uruguaya que abarca desde 1830 a 1918 sólo hubo sólo dos presidentes blancos, sin contar insignificantes interinatos de días o meses, y ambos acabaron en golpes de estado llevados a cabo por Fructuoso Rivera y Venancio Flores respectivamente, junto con la colaboración del imperio del brasil, y algún otro apoyo extranjero. Ante tal situación, era imposible llevar a cabo alguna reforma substancial. De todas formas, bastantes cambios hicieron en sus respectivos gobiernos que estuvieron marcados por el terrorismo colorado y el intervencionismo imperialista.
También le recuerdo que la mayoría de las reformas que llevó a cabo Batlle y Ordoñez, que es un personaje de mi agrado, fueron plagiadas de propuestas blancas, como por ejemplo, la ley de las ocho horas, impulsada por el blanco Fernandez Crespo y vetada por el propio Batlle.
El partido blanco se transformó posteriormente en el partido nacional, un partido de corte populista al estilo del partido justicialista argentino, al igual que el partido colorado, que no cambió de nombre pero si de tendencias políticas a lo largo de su extensa historia de gobierno (que es básicamente la historia del uruguay, porque, en dictadura o democracia, en progresismo o conservadurismo, siempre hubo un colorado, o excolorado en el caso de Nardone, en el poder).
Le pediré que retire el comentario pro-colorado, que efectúe una corrección en la fecha de la primera constitución, que no data de 1930, y que no borre a Berro del progreso uruguayo.

Jimena Cabrera Rodríguez dijo...

Muy buen material. Entiendo que es de calidad, completo y bien contextualizado históticamente. Gracias.